La cesta de la compra se ha encarecido más de un 15% en el último año, según los últimos datos de Eurostat. El IPC alimentario se le ha ido de las manos a Europa por el incremento de costes, la subida de la energía, la guerra en Ucrania o las malas cosechas. También se apunta a los márgenes de beneficio de los supermercados. Esta semana, el Gobierno de Francia anunciaba que publicará mensualmente lo que ganan los supermercados, lo que ha provocado una carrera de rebajas en la alimentación.
Independientemente de las soluciones políticas que se tomen en España y en el resto de Europa para atajar este problema, los consumidores ya estamos cambiando nuestros hábitos de consumo alimentarios y no sólo por el encarecimiento de la cesta de la compra. También la pandemia y el teletrabajo han cambiado nuestra forma de comprar y comer. ¿Cómo? Pues eso es lo que se han preguntado en el estudio 'Alimentación en la sociedad del siglo XXI post pandemia: Decisión alimentaria' de la Fundación MAPFRE y la Universidad CEU San Pablo.
Gregorio Varela es catedrático de Nutrición de la Universidad CEU San Pablo e investigador principal de este trabajo que arroja conclusiones muy llamativas como que cada vez dedicamos más tiempo a la cocina, que nos ponemos buena nota como 'cocinillas', que cada vez comemos más solos y viendo una pantalla o que cada vez son más los que desayunan de pie.
La 'alimentación y compra silenciosa', un riesgo cada vez mayor
Entre los principales cambios que hemos realizado a nivel de consumo está el cambio de establecimiento en el que realizamos la compra (menos mercado y más supermercado), el cambio en los tipos de alimentos, más económicos, con más ofertas y menos productos frescos. Pero sin duda, uno de los cambios que más se aprecia en la sociedad actual es el de la "compra y alimentación silenciosa", es decir, los factores de sociabilidad que normalmente se emplearían al hacer la compra en un mercado (más cercanía), se pierden en el supermercado.
"Incluso, si hablamos de la compra online, vamos hacia la 'compra silenciosa'. De hecho, cuando vamos al supermercado, no hace falta ni que hablemos con el cajero porque pasamos nosotros los códigos de barras. También desayunamos solos, vamos al comedor de la empresa con nuestra bandeja y nuestros auriculares y no nos relacionamos; y, sobre todo, en la cena y los más jóvenes priorizamos la pantalla sobre compartir una conversación", asegura.
Varela explica que le preocupa el porcentaje de personas que comen solas: más del 60% en el desayuno; uno de cada cuatro en la comida; y prácticamente igual en la cena. ¿Esto qué importancia tiene? "Que es una sociedad cada vez más sola que termina aceptando los hábitos de cómo comemos. Nuestro ámbito mediterráneo es hablar durante la comida y eso se está perdiendo. Además, sabemos que cuando se comparte la comida, la calidad nutricional de la dieta es mejor, sobre todo para las personas mayores".
¿Cuánto tiempo dedicamos a comer?
A la hora de elegir un producto, los españoles solemos mirar sobre todo la fecha de caducidad, el precio, las promociones, pero desplazamos el etiquetado nutricional, el valor añadido y la sostenibilidad. Asimismo, nos damos un notable como "cocinillas" y nos consideramos "bastante capacitados" para cocinar, aunque cada vez nos gusta menos.
La media de todos los grupos de edad que se dedica a cocinar son 7 horas, pero cada vez baja más el tiempo que destinamos a disfrutar de esos alimentos. Sobre todo preocupa el desayuno: "Esta comida debería suponer un 20% de las calorías diarias que recomendamos y le dedicamos unos 17 minutos cada día. Y normalmente, o está muy bien diseñado o vamos a ser incapaces de aportar bien los nutrientes. Hacemos el desayuno mayoritariamente solos (menos en el fin de semana) y lo hacemos de pie, con prisas, y, además, se lo transmitimos a nuestros hijos".