El aburrimiento existe desde que el hombre es hombre. Podría definirse como un "fenómeno cotidiano que nos atormenta cuando la realidad no cumple nuestras expectativas. De su parecimiento surge la creatividad humana, pero también los peores monstruos".
Así lo explica la filósofa Josefa Ros Velasco, investigadora de la Universidad Complutense de Madrid especialista en estudios de aburrimiento, fundadora de la Sociedad Internacional de Estudios de Aburrimiento y autora del ensayo ‘La enfermedad del aburrimiento’.
Podría decirse que el aburrimiento es una enfermedad, pero para esta filósofa, "no es más que un síntoma". Un síntoma de que algo no va bien. Y últimamente no muchas cosas van bien. ¿Nos estamos aburriendo por encima de nuestras posibilidades?
¿Qué es el aburrimiento?
Josefa Ros Velasco define el aburrimiento como "un estado muy doloroso y muy molesto" que se produce cuando "hay una ruptura, un desequilibrio entre la necesidad de estimulación interna y lo estimulante que se percibe el entorno". Además, el aburrimiento no es exclusivo de las personas, "los animales también se aburren siempre que tengan un mínimo de desarrollo cognitivo".
El aburrimiento en la historia
Según explica la filósofa, aunque no hay pruebas de el aburrimiento antes del homo sapiens, "hay pistas que nos pueden indicar que quizás el aburrimiento estaba presente en nuestro carrera evolutiva antes de llegar a ser lo que somos". En Grecia, el aburrimiento empezó a estar muy mal visto (como ahora) "por no utilizar todo el tiempo disponible en cultivar la virtud", y en la Edad Media llegó a considerarse un pecado capital.
A partir del siglo XIX es cuando se empieza a hablar más del aburrimiento y comienza el "entretenimiento de masas".
¿Solo nos aburrimos cuando no hacemos nada?
Josefa aclara que aburrirse no implica no "hacer nada". "Podemos aburrirnos haciendo cosas, por ejemplo, trabajando en tareas repetitivas y monótonas, que apenas demanden nada de nuestro intelecto", explica.
¿Cómo es ahora el aburrimiento?
La tecnología ha cambiado radicalmente nuestra forma de entretenernos. Ahora tenemos un abanico mucho más amplio donde elegir, pero "este privilegio también supone un peligro si no hacemos buen uso de él", señala Josefa.
Vivimos sobreexcitados en un mundo donde la oferta de ocio es inmensa y "esto nos abruma" y hace que , a largo plazo, nos acabemos cansando.