Cerró, como tantos otros locales, por culpa de la pandemia, y muchos nos temimos lo peor. Pero el mítico Villa Rosa, en la Plaza de Santa Ana de Madrid, volvió a abrir sus puertas, oficialmente, el pasado jueves 5 de mayo. Es el tablao más antiguo del mundo y en su reapertura ha jugado un papel fundamental un nombre icónico del flamenco, Antonio Canales, que ejercerá de embajador artístico del Villa Rosa.
Hoy le ha contado a Jaime Cantizano cómo afronta esa labor y ha charlado sobre su vida y su carrera. Con casi 61 años sigue sobre los escenarios y asegura, además, que aún tiene "la necesidad de decir cosas".
Hace unos meses recibió de manos del rey la Medalla de Oro de las Bellas Artes, un reconocimiento a sus méritos, y está rodando una película sobre su vida, en la que no sabemos si saldrá el famoso 8 de septiembre del año 2000.
Ese fue el día en que lo detuvieron en el aeropuerto JFK de Nueva York, cuando iba camino del Festival de Venecia al estreno de su primera película, Vengo. Estuvo retenido durante 17 horas en el aeropuerto, encadenado a otros detenidos con un grillete en el pie. Le pegó una policía porque estaba llorando y, cuando pidió que le esposaran las manos en lugar de los pies porque era bailarín, se negaron. Cree que aquello pudo tener algo que ver con que, años antes, le habían pillado una cantidad mínima de hachís, lo que le obligaba a pedir un visado especial. "Que te pillen un par de porros no les da derecho a humillarte", asegura.
Mucha gente sigue asociando el flamenco a la anarquía, a la fiesta, a la improvisación, pero Canales siempre habla de estudio, de sacrificio y asegura que dedicarse al baile flamenco es "consagrarse al martillo de la belleza".