Los ratones sometidos durante dos meses a una alteración constante de sus ciclos de luz y oscuridad, llamados ciclos circadianos, tienen mayor predisposición a desarrollar cáncer.
Un estudio preliminar realizado en Noruega en 2013 con enfermeras mostró la relación entre el cáncer de mama y los turnos laborales nocturnos. Una investigación posterior del American Journal of Preventive Medicine sobre 75.000 enfermeras con turnos rotatorios, halló también mayor predisposición al desarrollo de cáncer de pulmón.
La conexión entre los ritmos de descanso y las enfermedades inflamatorias llevó al Centro Internacional de Investigaciones sobre el cáncer a considerar el trabajo nocturno como "probable cancerígeno" y así lo es desde el año 2007.
Sobre estos antecedentes, el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas acaba de iniciar un largo estudio para tratar de comprobar si las alteraciones en los ciclos de descanso son un factor de riesgo en trabajadores sometidos durante largo tiempo a cambios de turnos, por ejemplo, los tripulantes de vuelo.
El cáncer y la metástasis crecen de noche
La investigadora principal, María Casanova-Acebes, jefa del Grupo de Inmunidad del Cáncer del CNIO explica que "a nivel molecular, el cuerpo identifica en qué momento del día estamos y las células tumorales también tienen esa capacidad. Si detectan que nuestro organismo está menos alerta, que nuestras defensas están bajas porque están realizando funciones de reparación de tejidos, aprovechan para migrar a otros órganos a través del torrente sanguíneo".
Esto significa que las células tumorales aprovechan los periodos de descanso para crecer y para extenderse, invadiendo otros órganos, formando metástasis. De ahí que la investigación del CNIO trate de confirmar que, como ocurre en modelo animal, la alteración prolongada de los ciclos circadianos pueda ser un factor de riesgo para desarrollar cáncer de mama y también de pulmón, que es el órgano en el que más habitualmente hace metástasis el cáncer de mama.
La hora de administración influye en la eficacia de los fármacos
Otra de las hipótesis que trata de demostrar el equipo de María Casanova-Acebes es si la ritmicidad de los tejidos, es decir, las diferentes fases de actividad y descanso a nivel molecular pueden usarse para saber en qué momento del día los medicamentos oncológicos pueden ser más efectivos.
A los tripulantes de vuelo participantes en el estudio se les irá extrayendo sangre antes de un vuelo y tras él, haciendo más o menos análisis en función tanto del tipo de vuelo, si es de corto o largo alcance, como del desfase horario que sufren. Y habrá un grupo de control, sin alteraciones del ciclo circadiano, para identificar así los marcadores que, según la investigadora, "nos puedan dar un preaviso del riesgo de patología inflamatoria".
Se ha escogido a estos profesionales en concreto porque su trabajo, enlazando vuelos, les impide mantener una correcta higiene de sueño. "No tienen fases de descanso en las que los ciclos circadianos se puedan resetear. Y esto lo viven de manera constante y crónica durante años", explica Casanova-Acebes.
El resultado podría ser replicable en otros trabajadores sometidos a variación reiterada de turnos o a un horario nocturno que dificulte su descanso. Siempre teniendo en cuenta que estas alteraciones tienen que prolongarse durante años para que exista una predisposición a sufrir enfermedades inflamatorias. Hablamos no sólo de cáncer, sino de otras patologías como obesidad, diabetes, accidentes cerebro vasculares, asma o lupus, por ejemplo.