LAS CLAVES DE LA BRÚJULA

Alberto Aparici: "¿Sabías que en este momento estamos viviendo la pandemia más destructiva de la que tenemos noticia?"

Nuestra sección de ciencia con el doctor en física y divulgador científico, Alberto Aparici en la que hoy hablamos sobre la “peste de los anfibios”.

ondacero.es

Madrid |

Hoy quiero que terminemos la temporada con una noticia muy buena… para un problema que seguramente la mayor parte de nosotros ni conocíamos. ¿Sabías que en este momento estamos viviendo la pandemia más destructiva de la que tenemos noticia?

Es poco famosa porque a los humanos no nos hace nada, pero es devastadora para éstos que estamos escuchando: los anfibios. Se llama quitridiomicosis, y la causa un hongo que infecta a centenares de especies, tanto de ranas como de sapos y salamandras. La descubrimos hace 30 años, en 1993, y nadie sabe de dónde salió, ni si es una enfermedad antigua o acaba de aparecer en escena. Lo que sí sabemos es que ha contribuido a extinguir más de 50 especies (que ya no existen), y más de 100 se han reducido a un 10% de lo que eran.

Ojo: hay cientos de especies afectadas. Las enfermedades a las que estamos acostumbrados afectan a una, o quizá unas pocas especies. Con ésta hay pocos anfibios que estén a salvo: es la peste de los anfibios.

La quitridiomicosis, los causantes son dos hongos del género Batrachochytrium, uno de ellos con un nombre que da miedo: Batrachochytrium salamandrivorans, o sea: el devorador de salamandras.

Lo que hacen estos hongos es colonizar la piel de los anfibios. Se meten bajo la piel y empiezan a reproducirse, haciendo que la piel de estos bichos se engrose y se muera. Para los humanos la mayoría de las enfermedades de la piel te ponen en peligro de muerte, pero los anfibios tienen un plan muy diferente. Su piel es permeable al agua y a muchas sustancias: la usan para hidratarse, para expulsar toxinas y desechos… ¡hasta para respirar! Por eso, porque el hongo afecta a una de las “líneas de flotación” del cuerpo de los anfibios, es tan devastador y afecta a tantas especies.

El hongo se ha extendido por todos los continentes, aunque donde más estudiado está es en América. Y la verdad es que poco más podemos decir de él: no sabemos muy bien cuándo o cómo se extendió por todo el mundo, ni por qué algunas especies son más susceptibles que otras. Sí se ha demostrado que algunas especies tienen en su piel una bacteria que produce un antifúngico natural, y parece que la simbiosis con esa bacteria las protege del hongo de las narices.

Hasta hace unos días, cuando leía sobre esta pandemia, siempre veía la misma historia: “se conocen algunos tratamientos que funcionan en condiciones de laboratorio, pero no se sabe cómo exportarlos a las poblaciones salvajes”. Bueno, pues la semana pasada, por primera vez, se ha presentado un tratamiento que funciona y que es fácil de implementar en la naturaleza. Ha sido, con justicia, un artículo en la revista Nature.

La idea es explotar la debilidad del hongo al calor. A Batrachochytrium le gusta estar entre 5 y 25 grados; por encima de 30, directamente se muere. De hecho, uno de los tratamientos efectivos en laboratorio es poner a las ranitas a 32 grados durante dos semanas. La gran mayoría se cura.

Bueno, pues los autores han pensado algo tan sencillo como instalar refugios caldeados por el sol. Unas construcciones muy baratas, hechas con ladrillo, y que tienen recovecos y agujeros en los que les gusta meterse a los bichos. Han hecho sus experimentos con una rana australiana, Litoria aurea, y el resultado ha sido un aumento drástico en la tasa de supervivencia. Simplemente con casitas para ranas puestas al sol.

Eso sí, el método tiene un talón de Aquiles bastante claro. ¿Te atreves a adivinarlo?

El gran problema es que para que funcione en la naturaleza, las ranas han de querer meterse en los refugios. Hay especies que son termófilas, les gusta el calor, y hay otras que no lo son tanto. Las especies a las que les gusta el calor van a buscar los refugios y aumentar sus probabilidades de curarse. Las que no… se pueden quedar a merced del frío y del hongo.

En el fondo, esto no es sorprendente: estamos buscando una cura para una enfermedad que afecta a centenares de especies. Es imposible que una sola estrategia las salve a todas, pero ahora por lo menos tenemos una que funciona en condiciones naturales. Eso es infinito más de lo que teníamos hace dos semanas.

Y además esta estrategia viene con un premio añadido, que también demuestran los autores en este artículo de Nature.

Las ranas que se curan de la enfermedad gracias al calor… ganan resistencia al hongo. Algo ocurre, y estamos a ciegas, no tenemos ni idea de qué es, pero si sobreviven a la primera infección las ranas se vuelven veinte veces más resistentes de lo que eran antes. Lo más probable es que su sistema inmunitario conserve memoria de la infección, pero la verdad es que a día de hoy no se conoce el mecanismo.

¿Qué quiere decir esto? Que si instalamos estos refugios en la naturaleza no sólo estamos “curando” a las ranas enfermas: las estamos haciendo inmunes. Estamos dándole a esas ranas más tiempo para reproducirse y, quizá, transmitir a su descendencia cualquier gen que les haya ayudado a resistir el hongo.

Así que buenas noticias al fin para los anfibios. No para todos, todavía, pero la guerra contra el hongo la podemos empezar a ganar.