Hoy en nuestro Gastromomento nos ponemos serios porque, aunque cueste creerlo (en la cultura del despilfarro alimentario en la que vivimos) hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que España pasó hambre. Fueron años de miseria y de escasez, donde las mujeres tuvieron que agudizar el ingenio para alimentar a sus familias. La imaginación fue el ingrediente principal con el que cocinaron en la posguerra. La achicoria sustituyó al café. Las cáscaras de naranja y las mondas de patata se convirtieron en guarnición. Y las algarrobas se incorporaron a las alacenas de los hogares más pobres.
En las cazuelas cabía de todo. Desde lagartos hasta cigüeñas, ratas o culebras. En los fogones se guisaban lechuzas, burros y caballos. Hubo lugares donde los gatos se convirtieron en un auténtico manjar, desapareciendo de las calles. La picaresca se agudizó durante aquellos años. En los casos más extremos, en los que no había que llevarse a la boca, hubo quien llegó a comer cosas hasta el límite del envenenamiento. Las familias desenterraban a los animales muertos por enfermedades para comer algo de carne. Hubo un padre extremeño que desenterró un cerdo con triquinosis. Tras ingerirlo, la familia enfermó y dos de sus hijos murieron. No fue un caso único. Hubo más.
En los años del hambre, durante la posguerra, las patatas a la tristeza, la sopa de caballo cansado, el gazpacho de poleo, las fatigas, las tortas o el pan de sartén eran las recetas diarias. Recetas que nacieron de la necesidad y que durante muchos años nadie ha querido escribir. Ahora dos antropólogos han echado la vista atrás y han escrito “Las recetas del hambre. La comida de los años de posguerra”. En "Por fin no es lunes" hablamos con Lorenzo Mariano, doctor en Antropología y coautor junto a David Conde de "Las recetas del hambre".