Marbella Alfonso Olaso

Marbella sigue soltando lastre ‘gilista’. El asunto que nos ocupa esta mañana lleva además implícita una metáfora, porque hablamos de papeleras; de esas alargadas, altas, estrechas y con anuncios publicitarios que en 1993 colocó la empresa a la que el Ayuntamiento le otorgó una concesión por, en principio, cinco años. Sin embargo ese lustro se convirtió, sin que haya documentación escrita que lo justifique, en nueve años y así, en 2002 el Consistorio volvió a firmar un contrato, que, según la documentación a la que ha tenido acceso esta casa, “no está claro”. Sea como fuere, éste finalizaba en 2017. Ya el tripartito comunicó a la empresa que no se le renovaría la concesión. Ahora, el nuevo Gobierno local ha adjudicado una nueva, a otra sociedad, por diez años prorrogables cinco más, con unas condiciones notablemente mejores para el municipio; porque el canon que ingresarán las arcas del Ayuntamiento será casi un 2.000 por ciento superior o casi 20 veces más, si prefieren; porque ahorrará trabajo al estar obligada la concesionaria actual a recoger y gestionar los residuos; y porque habrá, cuando terminen de colocarse, más y más variadas papeleras, incluidas una chicleras. La primera de estas nuevas se colocó ayer noche. Si la quieren ver, está en la puerta del Hard Rock Café, en puerto Banús.

El inicio de 2019 ha traído en Marbella un nuevo objeto de deseo de los amigos de lo ajeno. Año nuevo, picaresca nueva, si me permiten el chascarrillo. Porque aunque la oleada de los robos comenzó en diciembre, ha sido en estos 44 días del recién estrenado ejercicio cuando han proliferado. Están desapareciendo, se están llevando, los imbornales que se llaman; arquetas o rejillas de alcantarillas de las calles, para entendernos. De los aproximadamente 23.000 que hay en todo el municipio, en este dos meses han tenido que reponer más de 200. Lo ha hecho en concreto Hidralia, la concesionaria del agua en Marbella, que se ha gastado ya, haciendo la cuenta de la vieja, más de 40.000 euros. Pero es que a los cacos también les gustan las tapas de los pozos, las redondas y cuadradas, dependiendo de si son de agua, luz u otro servicio, que hay en mitad de las calles. Éstas son aún más caras. De éstas se han llevado medio centenar. Y por si fuera poco el perjuicio económico, está el de la seguridad; tanto la de los coches, que pueden meter una rueda en uno de los agujeros que quedan al aire; como la de los peatones.

36 meses habrá estado Marbella sin un lugar adecuado en el que depositar restos de poda y escombros. Tres años, por tanto, si se cumplen los últimos plazos anunciados por el Ayuntamiento, habrían pasado desde que el Consistorio cerrara el vertedero de La Mina, que fue el origen de todo lo que vino después; la concesionaria del Centro Ambiental Marbella cesó su actividad, sus trabajadores intentaron hacerse con la gestión de la planta constituyéndose en cooperativa y sobre todo, miles de empresas y vecinos se vieron obligados a, o bien, hacer un importante desembolso para llevar por sí mismos sus residuos hasta Casares, o bien, peor aún, dejarlos en cunetas o descampados. Ahora, la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol Occidental solucionará el problema, ampliando una planta de transferencia que tiene, curiosamente, en el mismo lugar en el que están el vertedero y las antiguas instalaciones del Centro Ambiental Marbella, para que se puedan llevar allí los escombros, los restos de poda y los muebles. El logro tiene incluso un componente emotivo. Porque fue el malogrado vicesecretario municipal, Javier de las Cuevas, a la sazón responsable de patrimonio del Ayuntamiento, el ideólogo. Y será también la administración supramunicipal -para que luego digan que las mancomunidades no sirven de nada- la que se encargue de poner en marcha otra vez la planta municipal, el Centro Ambiental Marbella. Pero eso será, como pronto, en 2021.