La primera vez que alguien habló de la inflamación interna, esa que hace que nuestro organismo se deteriore, fue el bioquímico estadounidense Barry Sears. Hace más de treinta años este doctor, que se ha convertido en mi referencia, empezó a investigar cómo podía revertir esa macabra querencia que tenían los miembros de su familia por morir prematuramente de alguna cardiopatía. Empezó a investigar la influencia que ejercían los alimentos en las enfermedades del corazón y vio que el colesterol no era el culpable, que antes del colesterol y lo que abre la espita a las enfermedades crónicas es, la inflamación, la misma que nos arruga también por fuera.
Si quieres reducir esa inflamación para vivir más pero sobre todo, mejor, tienes que hacer del alimento tu medicina y como dice Riccardo Pina, farmacéutico, bioquímico y director de Enervit, tomar omega3 de alta calidad que resuelva la inflamación y regenere los tejidos.
Y tú te preguntarás… ¿Cómo se si tengo una alta inflamación?
Hay síntomas que nos dan alguna pista como por ejemplo, la piel muy estropeada, cierto sobrepeso, cansancio, lentitud mental…y hay marcadores que aparecen en análisis muy baratos y fáciles de hacer que te dan esa información.
Todos estamos faltos de aceites esenciales omega 3 y de polifenoles. Estos últimos, antioxidantes muy potentes que entre otras cosas, mantienen una buena flora intestinal que es donde todo empieza. Los hay mejores y peores. Según muchos estudios los más potentes son los que proceden de un arbusto llamado maqui.
Pero yendo al quid de la cuestión…¿Cómo podemos hacer del alimento nuestra medicina y nuestro mejor tratamiento estético? Muy sencillo. De verdad que lo es porque yo llevo haciéndolo desde hace casi dos años. Controlando con la dieta nos niveles de insulina y glucagón para no acumular el exceso de glucosa en forma de grasa y que esa grasa no desate la inflamación.
En esta forma de alimentación que diseñó el Dr. Barry Sears y que se llama dieta de la Zona, solo tienes que controlar los porcentajes de carbohidratos, proteínas y grasas de cada una de las ingestas. 40% de carbohidratos sanos, dícese verduras, frutas, hortalizas y legumbres (aléjate de todo lo blanco: patatas; arroz, harinas y pastas), 30% de proteínas de carne o pescado si puede ser bajos en grasas, mejor y 30% de lípidos, más sanos en forma de aceites vegetales o frutos secos. Esto es más sencillo de lo que parece y te lo puede enseñar cualquier médico estético o nutricionista. Incluso en la web de la Zona lo puedes ver.
Una vez que lo lleves a cabo, lo que vas a notar es que no tienes hambre, ni ataques de azúcar, ni cansancio ni espesura mental.
Y como no, que te verás mejor.
Porque esa inflamación interna, que demuestran una infinidad de estudios hace que nuestro sistema inmune, al verse atacado, esté siempre activo y que entre otras acciones que lleva a ciertas patologías, active unas enzimas que destruyen la elastina y colágeno de la piel.
Si hay algo que aprendí en de las ponencias en el congreso mundial antiaging de Mónaco es que la nutrición antiinflamatoria es la medicina del siglo XXI.
Que solo necesitas añadir a esa dieta tres suplementos: magnesio, del que hablaremos más adelante, polifenoles y Omega3. Pero de nada sirve el esfuerzo si ese Omega3 no es bueno. Como procede del pescado y éste está tan cuestionado por la contaminación de los mares, busca el que tenga menos tóxicos y mayor concentración, el que me recomendaron en la farmacia es el de Enerzona que además no da ese retrogusto a pescado
Trastea con esto, busca más información porque una vez que lo llevas a cabo, el cambio es muy grande. Que comida sea tu alimento y el alimento tu medicina. Esto ya lo dijo Hipócrates hace más de 2.300 años, mucho hemos tardado en darnos cuenta que la comida nos puede enfermar y que una mala dieta entre otros daños mayores, nos hace más viejos.
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